MADRID INMENSO
2 de Febrero del 2010 a las 10:38 Escrito por Jaime Aguilera
Ahora mismo, en el tren, atravesando dehesas felizmente encharcadas de Sierra Morena, me sorprendo de haberme sorprendido –valga la redundancia- con sitios y lugares de un Madrid donde viví cinco años, donde he ido tantas veces, y a donde siempre me gusta escaparme.
Y sin embargo, en esta mañana ya pasada de domingo invernal he podido visitar por primera vez la Residencia de Estudiantes: el refugio donde se cobijaron tantas ilusiones vanas de un país culto, cívico, laico y optimista; el lugar todos los sentidos tenían cabida en todas las ciencias y las artes. Es por todo eso que no puedo evitar emocionarme imaginando palabras que fueron paridas por Juan Ramón, por Lorca, por Moreno Villa, o por tantos otros al lado de viejo pino, junto al vetusto piano, o debajo de los tejadillos mudéjares.
Por otro lado, siempre he preferido El Retiro en primavera o en otoño; no obstante, la visión de un Palacio de Cristal desde la pequeña cascada, y con los restos etéreos de una niebla que está desapareciendo, me ha hecho sentir como si fuera la primera vez que paseaba por unos senderos de leyenda.
Tampoco me había detenido en el Panteón de Hombres Ilustres, al lado de la Virgen de Atocha. Allí, bajo sus techos neobizantinos, yacen los símbolos de la España del XIX, con sueños de la grandeza perdida, y con abeles y caínes que hacen necesario erigir mausoleos a tres presidentes de gobierno asesinados.
Lo dicho, siempre nos quedará en Madrid algo por descubrir, algo por encontrar en el baúl de su historia. Una amplitud de años, de siglos, de miradas, de ilusiones, de descalabros y de fantasmas que nos hace pensar en un Madrid inmenso y siempre por revivir.
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