PP
10 de Noviembre del 2009 a las 17:49 Escrito por Jaime Aguilera
En los tiempos universitarios tenía la buena costumbre de ir sólo al cine. Iba casi todos los días acompañado, pero a la primera sesión de tarde de los viernes iba sólo, regodeándome en jugar a ser un voyeur pseudobohemio. En uno de estos paseos a los cines Renoir o Alphaville tuve el honor de compartir pantalla y mantel con Jose Luis López Vázquez. Recuerdo que la película era “El rey pasmado”. No me gustó mucho, lo que más me impresionó era que sólo había dos personas en la oscuridad de la sala de proyección: José Luis López Vázquez y yo. Cada cierto tiempo miraba furtivamente hacía donde él estaba sentado y observaba su cara triste. Una cara que se ha movido por todos los registros del cine español: desde el padrino de una Gran Familia que nada tenía que ver con la mafia a una señorita travestida que nada tenía que ver con Pepis, Lucis y Boom y otras chicas del montón. Consiguió que mucha gente tuviera miedo a meterse en una cabina telefónica sin ningún efecto especial, sólo con su interpretación y la dirección de Mercero. Fue santo y seña de un atraco a las tres que ha sido justamente lo que han hecho con su vida: atracarla por sorpresa y dejar huérfano a un cine al que ya sólo le quedan de su estirpe Landa y Sacristán, los demás también han apagado las luces.Con Francisco Ayala no he coincidido nunca, pero en los cursos de doctorado primero, y en la tesis doctoral después, me tropecé con su obra de ficción y con sus ensayos. Descubrí con placer un estilo cuidado en lo formal y agudo en el fondo. Y sobre todo una manera de pensar de la que muchos teníamos que aprender, y con la que ha sido coherente durante más de cien años. Me refiero a los valores de la curiosidad, la independencia, la laicidad, el civismo y la dignidad como brújulas de una vida: todo con un barniz de humor y aunque lleve consigo incomprensiones familiares o exilios casi eternos.
La semana pasada murieron los dos, Paco y Pepe, Pepe y Paco. La semana pasada, con el permiso de un Dios republicano, se habló de PP sin que tuviéramos que situarnos a la fuerza en la calle Génova de Madrid.
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