26 de Junio del 2007 a las 23:10 Escrito por Jaime Aguilera
La noticia nos sorprendía hace unos días. Tras 19 años en coma, un polaco de 69 años había recuperado la consciencia. Se hablaba de que se había despertado con un montón de nietos y en un país que ahora era capitalista –estaba sorprendido de que los escaparates estuvieran a rebosar-. Ahora resulta que lo que parecía increíble, en realidad, no era cierto: Jan Grzebski había estado en coma, pero ya llevaba 15 años consciente. El auténtico titular debería haber sido que, después de 20 años, había conseguido recuperar repentinamente el habla y las fuerzas, pero los periodistas confundieron “coma” y “parálisis”: otro ejemplo más de lo importante que es la profesionalidad y la documentación en los compañeros de la prensa.
Un vagón de tren golpeó a Grzebski, que era ferroviario, dejándole ciego del ojo izquierdo y con la mandíbula destrozada. Después de un mes en el hospital, su mujer se lo llevó a casa, ya que sólo le daban tres días de vida: tres días que se han estirado hasta los dos decenios, para que luego digan que los únicos que se equivocan en la predicción son los hombres y mujeres del tiempo.
Pese a todo, la historia sigue realzando por encima de todos a una auténtica heroína: a Gertruda, la mujer del ferroviario. Para los médicos, su recuperación ha sido un pequeño milagro, pero sin los buenos cuidados de su esposa no hubiera sido posible. Luego, o no ha sido un milagro o esta mujer tiene que ir en la próxima lista vaticana de candidatas para ser beatificadas.
Imagino a Gertruda, hora tras hora, día tras día, semana tras semana, mes tras mes, año tras año… cambiando la postura de su marido en la cama para que su cuerpo no sufriera ninguna necropsia, esperando el final fatal esperado por todos.
Bardem nos contó la muerte de un ciclista. Aquí han sido los periodistas quienes nos han contado la muerte en vida de un ferroviario durante casi veinte años. Aquí fueron los médicos quienes pronosticaron la muerte de un ferroviario hace ya veinte años. Los dos gremios se equivocaron. La única que no se ha equivocado ha sido su esposa, que durante veinte años ha sido el desmentido constante y digno de admiración de la muerte de un ferroviario.
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28 de Mayo del 2007 a las 12:32 Escrito por Jaime Aguilera
La “clase política y los partidos políticos” se encuentran entre los cinco problemas que más preocupan a los ciudadanos, por detrás de terrorismo, paro, inmigración y vivienda. Según el barómetro del CIS de marzo, el 16 % de los ciudadanos la considera un problema, casi cinco puntos más que en febrero, y es que, a pesar de que muchos de este gremio piensan lo contrario, la gente, las personas normales, no son estúpidas.
Se supone que la función principal de esta casta nacida para gobernar es resolver los problemas y ahora, mira por donde, ellos en sí mismos son un problema. Se supone que se les paga -sí, sí, se les paga- para resolver preocupaciones como la inseguridad ciudadana, y ahora resulta que su propia existencia en una angustia mayor que la citada inseguridad ciudadana. En palabras del castizo: peor el remedio que la enfermedad.
Dice Umbral que olvidamos que un político muchas veces es una persona que gana un sueldo por ser político, o sea, vamos, que si le quitan su nómima va al paro: por lo que hará lo posible, como todo buen cristiano, para seguir sin engrosar las listas del INEM. De ahí que muchas veces dejan de mirar al ombligo de sus vecinos y sólo se miran el que tienen en su barriga: así, cuando se les invita a que comenten este dato peligroso del CIS, ellos, erre que erre, lo obvian escurridizamente y hablan sólo del problema del terrorismo, y se vuelven a echar los trastos a la cabeza, y otra vez volvemos al principio.
Creo sinceramente que todos son culpables, empezando por los dos grandes partidos y terminando por las minorías nacionalistas. Se está rompiendo el difícil y destilado espíritu de consenso que reinó en La Transición, un paradigma que ha sido imitado y digno de admiración en todo el mundo se está viniendo al traste treinta años después. Por no hablar de ETA, que medio siglo después sigue frotándose las manos al ver como sus enemigos del estado opresor español siguen divididos: divide y vencerás, mascullan detrás de sus pasamontañas cobardes.
Los curas, que también, al igual que los políticos, van en busca de almas y de votos, en el Concilio Vaticano II llaman a la política “ese arte difícil y tan noble”. Qué pena que en los tiempos que corren se haya convertido en un arte fácil y chabacano.
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