RESURRECCIÓN EN LA MALAGUETA
5 de Abril del 2010 a las 19:00 Escrito por Jaime Aguilera
No pasó nada extraño en la Pensión Triana de Javier Ruibal para que llegara Resurrección y no hubiera toros. Todo lo contrario, por tercer año consecutivo, y para envidia de la Maestranza sevillana, Jose Tomás hacía el paseíllo en La Malagueta en tan señalada y taurina fecha.
Y lo hacía esta vez, con otro de mis preferidos, el francés Castella: uno de los pocos que no sólo están dispuestos sino que consiguen hacerle sombra al gran maestro de Galapagar, aunque cada vez más afincado en Estepona.
La tarde algo ventosa y algo fría tuvo sus momentos buenos y no respondió del todo al aciago presagio de “corrida de expectación, corrida de decepción”. Sobre todo por la quietud impasible de Tomás y Castella mientras los astados acariciaban su taleguilla en busca de una muleta que bailaba serena en la brisa marina.
Parafraseando al Dr. Trujillo, con quién compartí conversación y burladero, diré –dado los tiempos que corren- que voy a los toros por dos motivos: porque me da la gana y porque recibo una ganancia emocional que sólo el arte y la belleza me procuran.
Parafraseando al escritor Antonio Gala, con quién tuve el honor de conversar y enfrentarme en buena lid como morantista confeso, él, y tomasista irredento, yo, diré que el hecho de que vaya a los toros no quiere decir que no me gusten los animales ni que disfrute con su sufrimiento; más bien todo lo contrario.
Parafraseando al periodista Enrique Romero, con quién hablé hace unos días y que también estaba en el callejón, diré que cuando se conoce al toro bravo desde que nace en el campo es curiosamente cuando más se defiende el último rito que nos queda en Occidente: las corridas de toros.
Parafraseando al cantante y poeta Joaquín Sabina, con quién nunca he hablado pero que también estaba en una barrera de la Malagueta, diré que respeto profundamente a aquellos que no le gusta esta fiesta, y que es difícil que unos nos convenzamos a los otros, ya que, al menos desde nuestra posición, no se puede explicar con razones lo que básicamente son pasiones.
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