28 de Junio del 2007 a las 0:08 Escrito por Jaime Aguilera
Alejandro Blanco, el presidente del Comité Olímpico Español está buscando letra para el himno de nuestro país, con tal de que nuestros deportistas puedan cantar algo en el podium. Porque, no hay que olvidarlo, la envidia siempre ha sido el pecado nacional por antonomasia: se ve que nuestros herederos del Barón de Coubertin se comen las uñas cuando el resto de atletas del mundo se colocan la mano en el henchido pecho y tararean emocionados una letra que han aprendido de pequeños. Y es que esto –piensan nuestros dirigentes olímpicos- no puede seguir así; ya está bien que todos los demás canten y cuando nos toque a nosotros tengamos que mantener la boca cerrada, a no ser que no nos podamos aguantar y se nos escape un nino-nino… nanino-nino-nino-nino-ní que dejará planchado a más de uno.
Si tiene palabras que contar la mujer marsellesa con los pechos fuera, la reina que Dios salva o la más internacional de todas, ¿por qué no la mujer granadera o real?
No es cuestión de volver atrás, ni al himno de Riego ni a la letra trasnochada de Marquina. Tampoco es cuestión, como ha hecho el escritor Santiago Sevilla, de adaptar la letra franquista que en su día hizo D. Jose María Pemán. En este sentido, la cadena Telecinco ha abierto una campaña para recoger las letras que le enviemos los internautas; esperemos que no les pase como al pobre de Prim, que después de la Revolución de 1868 convocó un concurso para acabar con la “borbónica” Marcha Real y va el jurado y lo declara desierto.
Todo tiene una letra y una canción, desde el pueblo más pequeño al club de fútbol con menos presupuesto. A este paso dentro de poco tendrán himno y letra oficial hasta las comunidades de vecinos; eso sí, requerirá ser aprobado por la asamblea de vecinos por mayoría cualificada; cualquier cosa menos uno de los himnos más antiguos de Europa, del que existe constancia oficial desde mediados del siglo XVIII.
El caso es que si los andaluces –y andaluzas- podemos levantarnos y pedir tierra y libertad, ¿por qué los españoles no podemos pedir una letra para no tener que recurrir más al vergonzante nino-nino?
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26 de Junio del 2007 a las 23:10 Escrito por Jaime Aguilera
La noticia nos sorprendía hace unos días. Tras 19 años en coma, un polaco de 69 años había recuperado la consciencia. Se hablaba de que se había despertado con un montón de nietos y en un país que ahora era capitalista –estaba sorprendido de que los escaparates estuvieran a rebosar-. Ahora resulta que lo que parecía increíble, en realidad, no era cierto: Jan Grzebski había estado en coma, pero ya llevaba 15 años consciente. El auténtico titular debería haber sido que, después de 20 años, había conseguido recuperar repentinamente el habla y las fuerzas, pero los periodistas confundieron “coma” y “parálisis”: otro ejemplo más de lo importante que es la profesionalidad y la documentación en los compañeros de la prensa.
Un vagón de tren golpeó a Grzebski, que era ferroviario, dejándole ciego del ojo izquierdo y con la mandíbula destrozada. Después de un mes en el hospital, su mujer se lo llevó a casa, ya que sólo le daban tres días de vida: tres días que se han estirado hasta los dos decenios, para que luego digan que los únicos que se equivocan en la predicción son los hombres y mujeres del tiempo.
Pese a todo, la historia sigue realzando por encima de todos a una auténtica heroína: a Gertruda, la mujer del ferroviario. Para los médicos, su recuperación ha sido un pequeño milagro, pero sin los buenos cuidados de su esposa no hubiera sido posible. Luego, o no ha sido un milagro o esta mujer tiene que ir en la próxima lista vaticana de candidatas para ser beatificadas.
Imagino a Gertruda, hora tras hora, día tras día, semana tras semana, mes tras mes, año tras año… cambiando la postura de su marido en la cama para que su cuerpo no sufriera ninguna necropsia, esperando el final fatal esperado por todos.
Bardem nos contó la muerte de un ciclista. Aquí han sido los periodistas quienes nos han contado la muerte en vida de un ferroviario durante casi veinte años. Aquí fueron los médicos quienes pronosticaron la muerte de un ferroviario hace ya veinte años. Los dos gremios se equivocaron. La única que no se ha equivocado ha sido su esposa, que durante veinte años ha sido el desmentido constante y digno de admiración de la muerte de un ferroviario.
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