27 de Septiembre del 2007 a las 8:27 Escrito por Jaime Aguilera
En la facultad de Derecho nos enseñaban, con algo de sorna y mirada altanera, los extremos a los que llegaba la justicia norteamericana en su afán por compensar hipotéticas responsabilidades civiles: no se me olvida la abuelita que consiguió una indemnización del un famoso fabricante de microondas, pobrecita ella, por no haberle advertido en el libro de instrucciones que no podía utilizar este electrodoméstico para secar a su gatito del alma (se podrán ustedes imaginar las circunstancias tan patéticas en las que terminó sus días el pequeño felino).
Esta casuística un tanto esperpéntica está engordando de tal modo que hasta existe ya un sujeto, Randy Cassingham, que ha montado los “Stella Award”, que premian los más sobresalientes: el ganador de 2006 demandó a Nike y a Michael Jordan por considerar que tener un parecido físico con el baloncestista –en la cara, porque en estatura no había comparación- le estaba perjudicando mucho en su vida privada.
El caso más reciente, firme candidato para ganar en la edición de este año, y que supera la trama absurda del “El proceso” de Kafka, ha surgido con la demanda que el senador –sí, sí, senador- Chambers ha puesto contra Dios –sí, sí, Dios- por todas las “nefastas catástrofes” naturales de los últimos tiempos. Y no vayan a creerse que se ha quedado en una broma: la Corte del distrito de Douglas, en Nebraska, la ha admitido a trámite el pasado 14 de septiembre.
El senador ha pensado en todo, y ha citado a los representantes de distintas religiones por si el “Juez Supremo” no se digna a hacer acto de presencia. Puede que Dios envíe al mismísimo San Pedro; o quizás a Santa Rita, que por algo es la “abogada de lo imposible”; eso sí, asesorado en todo momento por San Josemaría Escrivá de Balaguer por si el senador pide indemnizaciones cuantiosas.
Chambers dice que el demandado no ha mostrado ninguna compasión o arrepentimiento. Tiene razón, no ha mostrado nada, ni siquiera su presencia. Chambers pide que se le requiera para que se abstenga, hasta que sea el juicio, de seguir causando daños. El problema es cómo se notifica esta medida cautelar, por correo certificado o mandando a la policía judicial.
Sea como sea, es normal que el pleito haya suscitado una “divina” expectación entre feligreses y ateos. Hasta el propio diablo se está pensando no enviar, como es preceptivo, a su abogado: se rumorea que será él mismo, con el rabo debajo de la toga, quien se persone en el juicio oral.
Categoria: Artículos | 117 Commentarios »
20 de Septiembre del 2007 a las 11:36 Escrito por Jaime Aguilera
Ya decía el tango de Discépolo que el siglo XX fue un “despliegue de maldá insolente”. Pero es que el hermano que le sigue con un palito a la derecha, desde luego, no se queda atrás.
Y es que hay tanta confusión que no sabemos a qué Dios creer, en qué político confiar o a qué médico hacerle caso.
La cosa es que los llamados gurús del medio ambiente, los mismos que describieron el agujero de la capa de ozono, son ahora los que aseguran que no se puede hablar todavía de cambio climático. Los mismos que auguraron catástrofes bíblicas, gracias al “calentamiento global” de salvas sean las partes del Creador, son ahora los que consideran irrelevantes científicamente las temperaturas extremas de estos últimos años.
Ya no sabe uno si es que se han convertido en voceros a sueldo de empresas e instituciones cuya única religión es “el poderoso caballero”, y por tanto interesa que sigamos destruyendo y consumiendo a toda costa, o bien ni ellos mismos, los mismos que hablaban de cómo disminuye el hielo en los polos, saben ya lo que dicen.
Hace unos meses tuve la oportunidad de escuchar a Al Gore y de ver comentada por él su apocalíptica película sobre lo que nos espera , sobre lo que ya es una realidad digan lo que digan los mismos.
No sé -al parecer, ya no se puede asegurar- si la especie humana ha sido la principal responsable de este evidente deterioro de nuestra madre y anciana Tierra. Lo que si sé es que su enfermedad es una verdad palmaria.
Estoy convencido, o quiero estar convencido, de que al margen de que la mano del hombre esté o no detrás de todo esto, hay que hacer todo lo que esté en nuestra mano.
Al margen de lo que puedan decir los mismos.
Categoria: Artículos | 85 Commentarios »
13 de Septiembre del 2007 a las 9:20 Escrito por Jaime Aguilera
Sólo lo he visto una vez en la plaza. Fue en las fiestas granadinas del Corpus junto al gran aficionado que era mi tío Salvador. Pero eso fue hace muchos años, antes de que se convirtiera en -parafraseando a un crítico taurino- “San José Tomás”. Y es que en esa época toreaba como a mi me gusta: arrimándose y por derecho, con temple y con orden, con sobriedad y con elegancia; sin embargo, todavía no había alcanzado la categoría de divo taurino.
Todo el mito viviente se comenzó a forjar con su inesperada y repentina retirada. Se rumoreaba con más o menos malas intenciones que si era muy raro, que si era homosexual. El caso es que dejó a los taurófilos con el alma desilusionada: el sucesor de Manolete, como la primavera, se había ido y nadie sabía cómo había sido. Eso hasta que dio un golpe de timón con de Barcelona: conseguir el cartel de no hay billetes en una de las ciudades antitaurinas por excelencia fue un puñetazo que dejó K.O. a los que proclaman la “torotura”.
A partir de ahí las colas se han sucedido allá donde se anunciaba en unos carteles donde “veíamos un nombre que sí queríamos ver”. Y sin dejar de ser “San José Tomás”, arrimándose tanto que ido de cogida en cogida, como si deseara la muerte en la plaza. Quizás por eso se alojó en la misma habitación que Manolete en Linares en el aniversario de la cornada mortal que le asestó Islero al cordobés, porque quiere ser como él y que la última hora, la que remata todas las anteriores que nos han herido, no le pille en una cama.
El otro día leía un artículo donde una profesora defendía la supresión de la fiesta nacional no por defender al animal, sino por defender la vida de unas personas a las que se les paga mucho dinero porque se jueguen la vida delante de señoras con mantón de Manila y señores con Cohiba. Desde luego su mejor argumento lo tiene con el torero de Galapagar, porque cualquier día confirma que lleva razón con su certificado prematuro de defunción. Sea como sea, y esperemos que con mucho tiempo, sigamos disfrutando con la hondura de su estatutarios y con la mirada perdida de sus manoletinas mirando a un tendido con la boca abierta.
Categoria: Artículos | 91 Commentarios »
8 de Septiembre del 2007 a las 12:05 Escrito por Jaime Aguilera
Una rueda del destino, caprichosa, cruel, y sudorosa, ha hecho coincidir la muerte del defensa del Sevilla, Antonio Puerta, y del escritor y articulista Paco Umbral.
La repercusión mediática de estos dos fallecimientos ha sido amplia, pero desigual.
En el caso de Umbral, ha servido de excusa, como casi siempre suele ocurrir en estos casos, para dos cosas principalmente: para repasar la vida y obra del vallisoletano, y para que muchos se cuelguen medallas de la amistad que le unía con el fallecido. En lo que a mí concierne, en lo literario había artículos suyos que me parecían auténticos monumentos y otros auténticos pestiños; en lo personal lo llamé una vez para invitarlo a una comida-tertulia en Madrid y me colgó el teléfono sin esperar a que terminara de hablar; o sea, no cabe peor educación.
En el caso de Puerta tengo la leve sospecha de que un tridente sevillano ha sido el responsable de un eco en los medios de comunicación sin parangón; a saber, la ciudad de Sevilla y sus paisanos, el Sevilla F.C y sus abonados, y Canal Sur y sus también incondicionales abonados. Sólo la idiosincrasia de los que se sienten parte inseparable de la capital andaluza, sólo su forma de ver la vida y la muerte, y sólo su manera de sacarla a la calle, puede explicar escenas como las que hemos visto estos días en televisión.
A mí lo que más me duele de estas dos muertos no son ellos, son sus hijos. El hijo, “mortal y rosa”, que Umbral perdió a los seis años por culpa de la leucemia y el hijo de Puerta que lleva ocho meses gestándose en el vientre de su madre.
Umbral ya no fue el mismo desde que dejó de abrazar a su hijo, por eso ha pedido ser enterrado junto a él, en la Almudena. Puerta ni siquiera ha podido llegar a coger en brazos a lo que para casi todos es la prolongación de uno mismo.
También mi hija, al igual que el de Puerta, nacerá dentro de poco. Cuando la coja en brazos me acordaré de Umbral y de Puerta, que en este artículo no fueron futbolista y escritor: fueron padres. Por eso, porque el dolor de otros te hace ser más agradecido, me gustaría despedirme dando las gracias a no sé quién por poder seguir viviendo con la ilusión de tener a mi hija en el “umbral” de la “puerta” de su nacimiento.
Categoria: Artículos | 13 Commentarios »