22 de Noviembre del 2007 a las 12:38 Escrito por Jaime Aguilera
Voy a hacer uso de la libertad de expresión que se derrama a través de esta “tribuna abierta”; y también, en la otra cara de la moneda, los editores de este semanario harán uso de la exención de responsabilidad sobre la opinión de sus colaboradores.
Y lo digo porque el objetivo directo de mi crítica no es otro que la única cadena televisiva que anuncia su programación en estas páginas: Canal Sur.
Los directivos del canal autonómico consiguen día tras día que el lema con el que la han apellidado (“La nuestra”) sea remarcado con barnices cada vez más costumbristas, paternalistas y por momentos centralistas.
Porque no se aclaran con los acentos: los presentadores de los informativos parecen muchas veces que hablan como si fueran de latitudes más norteñas, no andaluzas. Por el contrario, en las series de producción autóctona la forma casi única de hablar es la del Bajo Guadalquivir: en Andalucía hay muchas formas distintas de hablar, y su televisión debería ser una vía para recalcar esa pluralidad, y no para intentar uniformarla.
No dudo de la valía de comunicadores como Juan y Medio o María del Monte; otra cosa bien distinta es el formato y el guión de sus programas: con clichés manidos, repetidos y enfocados para niños, pequeños y mayores.
Menos mal que Quintero se peleó con TVE y volvió a “la nuestra”, y menos mal que sobreviven programas tan buenos como “Andalucía Directo”, que hasta ha animado a otros canales a repetir esta idea; o “Andaluces por el mundo”, que sin dejar de ser muy patriota por lo menos se hace desde encuadres y cortinillas más contemporáneos. Incluso lo más tópico como el campo andaluz o la fiesta “nacional” se puede mirar a través del dinamismo entretenido en “Tierra y mar” o “Toros para todos”.
Sin embargo, en las horas de máxima audiencia, sólo se escucha hablar de coplas, cortijos, señoritos y aceituneros altivos: como si solo se quisiera contar con un público que ha permanecido detenido en el tiempo. Quizá, como piensan algunos, todo sea una estrategia para mantener el sentido del voto electoral. En cualquier caso, la Andalucía machadiana de “charanga y pandereta” sigue erigiéndose impávida a través de la suya, que no es otra que la que llaman la nuestra.
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22 de Noviembre del 2007 a las 12:36 Escrito por Jaime Aguilera
Al final, no he podido resistir la tentación. Podía haberme centrado en otro tipo de reyes: ginecólogos que se creen los reyes del mundo y ordenan a sus pacientes súbditas que se metan una berenjena por salva sea la parte; maridos que se siguen creyendo los reyes feudales de la familia, y eso les da derecho a clavarle una lanza –sí, sí, una lanza- a la esposa llegado el caso (algo habrá hecho); o incluso magnates rusos aburridos que están convencidos de que son los reyes del mambo y necesitan experiencias nuevas: disfrazarse y hacerse pasar por indigentes, por aquello de hacer versiones contemporáneas de príncipes mendigos.
Pero, al final, no he podido resistir la tentación. No he podido dejar pasar una nueva ocasión para defender a nuestro rey y a nuestro presidente del gobierno. ¿Cómo puede dar lecciones de democracia alguien que dio un golpe de estado? ¿Cómo puede alguien acusar a otros de fomentar asonadas, cuando él fue el primero en dar una vestido de militar?
Ya sabemos que se siente crecido con sus “vacas preñaditas” de una de las mayores reservas de petróleo del mundo. Ya sabemos que no es un torero. Eso ya lo sabemos, justamente porque sus bufidos bovinos y su cara de novillo del Marqués de Domecq le delatan. El único Minotauro es él, los demás se limitan a observar desde la barrera sus correrías bravías.
Hasta que llega nuestro monarca y decide saltar al ruedo como espontáneo. Cosa comprensible pero mal hecha. Debería, como mandan los cánones de las personas civilizadas, haber pedido permiso a la presidencia para que devolvieran el astado a los corrales y, en caso de ser desatendida su petición, coger a su cuadrilla y mancharse de la plaza.
Pero, al igual que un servidor con estas líneas, no se pudo reprimir y se tiró al ruedo sin capote. Qué le vamos a hacer, gracias a emular por unos segundos a su amigo Bénitez de Córdoba se ha ganado muchos adeptos.
Yo tambíen se lo disculpo porque creo que también hubiera perdido los estribos. Seguiré siendo juancarlista y republicano. Porque hay momentos en que uno no puede resistir la tentación. Eso sí, por lo menos termino el artículo superando las ganas de citar la famosa y celebérrima frase del espontáneo.
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12 de Noviembre del 2007 a las 18:33 Escrito por Jaime Aguilera
No es el guión de ninguna película, le acaba de ocurrir –si no recuerdo mal creo que ha sido en Croacia- a una pareja cualquiera de nuestra vieja y cicatrizada Europa. En el fondo este cuento-guión se basa en la piedra angular de todas las historias de la fábrica de sueños de Hollywood, la podría haber escrito cualquiera de los guionistas que en estos momentos están en una extraña huelga contra el “sindicato de productores”: el arranque, como no podía ser de otra manera, se inicia con la mágica y manoseada contraseña “chico conoce chica”:
- Chico conoce chica en un foro de internet.
- Chico dice a chica que su matrimonio va muy mal, que está planteándose el divorcio.
- Chica dice a chico que lo entiende porque a ella le ocurre algo parecido.
- Entre chico y chica surge un amor verdadero basado en un diálogo virtual a golpe de chateo y de ratón.
- Chico se arma de valor: No puedo seguir con mi mujer, quiero conocerte en persona.
- Chica no se hace la dura: Tampoco yo aguanto más, dime el sitio y la hora y nos podremos tomar un café juntos.
- Chico y chica acuden ilusionados a su primera cita real, no virtual. Se han vestido con lo que piensan que les queda mejor y en el estómago hay un cosquilleo que reaparece después de muchos años.
- Chico se queda petrificado de estupor al descubrir que su amante ideal, aquella compañera por la que ha vuelto a sentir algo que no se puede describir con palabras, no es otra que la mujer con la que no puede seguir viviendo.
- Chica descubre con asombro que el hombre virtual de su vida no es otro que el marido real de su martirio.
- Chico y chico deciden no volver a chatear en la red y continuar con los trámites del divorcio. Motivo: infidelidad manifiesta y mutua.
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2 de Noviembre del 2007 a las 13:58 Escrito por Jaime Aguilera
Hace unos días tuve el honor de acudir a la constitución formal de la Fundación Manuel Alcántara. El salón del hotel donde se celebró, a pesar de que al ser un sótano era complicado ver mástiles desafiando al viento, estaba lleno hasta la bandera.
En estos tiempos de tortuosas y pesadas confrontaciones por cualquier nimiedad, es agradable ver a toda la sociedad malagueña unida en torno a una idea. Resulta gustoso al paladar de la convivencia ver sentadas en sillas contiguas a personas de signos políticos dispares, a empresarios, a profesores, a escritores, a periodistas, a pintores, a músicos…
Ha hecho falta la aparición casi mesiánica de D. Manuel para que nadie se atreviera a decir que no, para que algunos dibujen una sonrisa un tanto forzada al enemigo. Y el principal motivo es que allí, en el centro de esta extraña eucaristía, estaba el poeta y articulista como obligado maestro de ceremonias. Con su mirada un tanto huidiza y lánguida, con su bigote cano y recortado, con su mano huesuda y congelada en el gesto de mantener un cigarrillo imaginario entre los dedos, D. Manuel saludaba a unos y otros, a los presentes en el apretón de manos y a los ausentes en la sala, que no en su memoria.
Esta fundación ha demostrado que hay iniciativas que no deben pertenecer a ninguna ideología política ni a ninguna institución pública en particular; ha demostrado también – y en esto, como en otras cosas, los anglosajones nos llevan muchos años de adelanto- que industria y arte, empresa y cultura, no siempre están reñidas.
Este cúmulo de buenas intenciones nace en Málaga con vocación marinera, andaluza, española y universal. En su sede se hará posible lo imposible, porque nunca un café madrileño, barnizado de tertulia, frío y miseria, tuvo vistas a un Mediterráneo azul y luminoso.
Esperemos que con este proyecto, como bien dijo el propio maestro en su alocución, no ocurra lo que tantas veces: que saludemos su nacimiento quitándonos el sombrero y al poco tiempo la estemos corriendo a gorrazos.
El Derecho Romano fijó a la asociación como una unión de personas para un fin, y a la fundación como la unión de dineros para un objetivo. La Fundación Manuel Alcántara ha nacido, de momento y que sea por mucho tiempo, con toda clase de parabienes y buenas voluntades, tantas que se superan los conceptos del derecho romano, ya que se ella se “funden” personas y capitales, esfuerzos y talones bancarios: de ahí que más que fundación haya que hablar de “Fundición Manuel Alcántara”.
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2 de Noviembre del 2007 a las 13:56 Escrito por Jaime Aguilera
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