28 de Abril del 2008 a las 9:23 Escrito por Jaime Aguilera
Estoy un poco saturado de películas españolas sobre la Guerra Civil; sin embargo, como a mi mujer le apetecía mucho ver “13 rosas”, y como se lo merece después de aguantar mis esporádicas cintas con pretensiones cinéfilas pero aburridas, ha prevalecido con justicia su criterio.
La película, como me esperaba, es una producción con parámetros elevados de calidad en el diseño de vestuario, en la puesta en escena, en fotografía, en la banda sonora. No obstante, el problema de base, insisto, es mi hartazgo de este tipo de películas, un cansancio sobre un tema manido y recurrente, barnizado ahora con el martirio en clave femenina, aunque no hacía falta una cinta políticamente correcta para denotar que también las mujeres sufrieron los abusos de esta guerra fraticida.
Ha tenido que llegar la parte final para que haya saltado la vena sensible que todos llevamos dentro. La opinión sobre cualquier largometraje, como la opinión sobre cualquier expresión artística, esta muy condicionada al momento íntimo y personal del espectador, oyente o lector (es lo que defiende la llamada teoría de la “recepción”). En mi caso, la búsqueda y el hallazgo del expediente administrativo donde queda documentado el fusilamiento de mi abuelo por parte de las milicias republicanas, y mi propia paternidad, han sido el detonante para que no pare de llorar hasta que se han encendido las luces.
Porque, al igual que mi padre, y al igual que le ocurre al personaje de la madre que encarna Pilar López de Ayala, estoy convencido de que el último pensamiento de mi abuelo antes de recibir la bala injusta y asesina fue para los tres hijos pequeños que dejaba en este mundo.
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17 de Abril del 2008 a las 9:17 Escrito por Jaime Aguilera
Como si de un extraña simetría se tratara, y dentro del Festival de Cine de Málaga, vuelvo al Albéniz a ver otro documental: “Rif 1921. Una historia olvidada”. Llego corriendo al final de la presentación y al entrar en la sala casi tengo una colisión de lujo: estoy a punto de llevarme por delante –el sueño de alguna que otra fans- a Imanol Arias, narrador de la historia.
Acabo de leer con fruición el libro de viajes por esta región de Lorenzo Silva, “Del Rif al Yebala”, y descubro con agrado que este escritor ha colaborado como guionista en el documental.
La cinta me parece que disecciona con precisión y con amenidad –aunque la segunda mitad resulta un poco más espesa- un conflicto bélico que claramente ha marcado la historia del siglo XX de nuestro país, y que sin embargo permanece en el más intencionado de los olvidos. Sólo un detalle, gracias al imperio cultural –sobre todo cinematográfico- de los Estados Unidos conocemos con mucha más profundidad la guerra de Vietnam que la guerra del Rif. Todo ello a pesar de que ha sido determinante en muchos aspectos. Basten dos ejemplos simbólicos y sintomáticos al mismo tiempo: esta guerra será la plataforma de lanzamiento de dos desconocidos hasta entonces, Francisco Franco y Pablo Iglesias.
A principios del siglo XX, Marruecos entra en la tarta africana a repartir por las potencias coloniales. Francia opta por una colonización sociocultural y económica y España, por desgracia, se queda en la ocupación militar a la fuerza. Curiosamente hay dos personajes que representan muy bien dos visiones antagónicas: el mariscal Lyautey, homosexual, preocupado porque el poder tribal y del sultán no desaparezca (sigue habiendo monumentos en Casablanca en su honor) y, por otro lado, el general Silvestre, empeñado en demostrar a su amigo el rey Alfonso XIII los cojones que tienen los soldados españoles. Resultado: más de diez muertos vilmente asesinados, torturados y abandonados en el Barrando del Lobo y, sobre todo, en Annual.
Con cada uno de esos soldados de clase humilde –los ricos pagaban y se libraban- todos los españoles tenemos contraída una deuda: recuperar de la ignominia y el olvido nuestro particular y castizo Vietnam rifeño.
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10 de Abril del 2008 a las 9:27 Escrito por Jaime Aguilera
Todo se acaba. Hace unos días dejó de existir, dentro del Regimiento de Transmisiones 22 con sede en El Pardo, la Sección Colombófila del Ejército de Tierra: sus integrantes eran cinco soldados y trescientas palomas mensajeras.
Y es que el ejército ha decidido dejar a un lado su vena romántica -que la tiene y muy acusada- y subirse al carro exclusivo de las nuevas tecnologías de la información; o sea, cambiar al pajarito por el móvil o el ordenador portátil. Lo más reaccionario dentro del gremio castrense -que lo sigue habiendo- advierten con maldad, y sin faltarles parte de razón, que a ver dónde van a acudir cuando fallen los aparatos modernos y no puedan enviar un mensaje.
En el acto se recordó el asedio durante la Guerra Civil al Santuario de la Virgen de la Cabeza, en Jaén, donde estas aves con vocación de cartero jugaron un papel fundamental: hacerles llegar a los Guardia Civiles sublevados y sitiados –junto a 1200 personas más- la manera en la que iban a recibir los alimentos. Especialmente se recordó a una de ellas, la condecorada paloma 46415, que fue herida de bala, llegó al santuario, arrastrándose, y murió justo después de entregar el mensaje. Se ve que la 46415 no tenía nada de republicana, lo mismo era aquella de Alberti que tanto se equivocaba. Sea como sea, supongo -no estoy del todo seguro- que será el único miembro de nuestro ejército que permanece disecado.
Como diría Lampedusa, todo cambia para que todo siga igual. En este caso, el ave ya no lleva los mensajes volando sino sobre dos raíles y, lo más importante, en el ya no tan varonil ejército español hay palomas con pluma que son despedidas; a cambio y por fortuna, se les da derecho de admisión a palomos con pluma que no saben volar, pero que están dispuestos a dar su vida por la Patria –con mayúscula-; eso sí, siempre que estemos hablando de un misión de paz y con mandato de la ONU.
En definitiva, el ejército y sus plumas han servido hoy para que yo ejercite la única pluma que tengo, que hace tiempo dejó de ser de ave mojada en tinta y se convirtió en una pantalla y unos botoncitos.
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8 de Abril del 2008 a las 9:34 Escrito por Jaime Aguilera
DURANTE TODA ESTA SEMANA SE CELEBRA EN MÁLAGA EL UNDÉCIMO FESTIVAL DE CINE ESPAÑOL.
COLABORO CON DIARIO SUR Y TODOS LOS DÍAS CUELGO UN ARTÍCULO AL RESPECTO EN EL BLOG DE DIARIO SUR: http://blogs.diariosur.es/jaime-aguilera
POR SI A ALGUIEN LE APETECE ECHAR UN VISTAZO.
SALUDOS
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3 de Abril del 2008 a las 13:01 Escrito por Jaime Aguilera
No han sido partes de guerra, pero lo cierto es que ha sido un goteo claustrofóbico y exasperante de desaparecidos: Yeremi, Amy, Madeleine y Mari Luz.
La aparición del cuerpo de esta última ha abierto la polémica sobre el funcionamiento de nuestro sistema judicial. Yo, por mi parte, no quiero echar más leña a un fuego vociferante y un tanto estéril, únicamente plantear formas de actuación que con suerte nos hagan evitar algunos de estos episodios fatales.
En el ámbito policial creo que se hace necesario superar la obligatoriedad de que pasen 24 horas para atender a la denuncia de la desaparición de un menor: justamente esas primeras horas son cruciales para evitar lo peor. Protocolos como la alerta Amber en Estados Unidos hacen que policía, hospitales, servicios sociales… inicien la búsqueda al mínimo indicio que un niño puede estar en peligro. Para ello también es necesario que exista un Registro Especial de personas condenadas por este tipo de delitos, que curiosamente ya existe para maridos maltratadores. La conjunción de todo lo anterior puede que hubiera permitido que el mismo día que desapareció Mari Luz, en la puerta de Santiago del Valle no hubiera tocado el padre de la niña sino la propia policía.
En sede judicial, y sin entrar en los males endémicos –espero que no crónicos- de la lentitud y la excesiva burocratización, es básico que se implante una red de información única sobre procesos penales: ojo, en España y no en cada comunidad autónoma por su cuenta. Solo ahí se puede evitar el bochorno de que Santiago del Valle estuviera en “paradero desconocido” para un juzgado de Sevilla y presentándose cada quince días en un juzgado de Cuenca.
Seguramente, después de que se pasaran los vándalos y se quedaran los visigodos, todavía nos queda bastante de bárbaros. De ahí que sea una posibilidad probable que la misma Santa Bárbara sea española: eso ayudaría a explicar que siempre nos acordemos de ella cuando truena, rogando, rogando, pero sin el mazo dando. A ver si después de esta feroz tormenta en la bahía de Huelva, la calma no nos hace olvidar que es necesario pensar y aplicar medidas serias, serenas y urgentes.
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