25 de Septiembre del 2009 a las 11:16 Escrito por Jaime Aguilera
El científico, doctor en patología vegetal y premio Nobel de la Paz en 1970, Norman Ernest Borlaug, considerado el “padre de la revolución verde” y de la agricultura moderna, ha fallecido en Texas (Estados Unidos) a los 95 años de edad.
Borlaug fue distinguido con el Nobel de la Paz por sus esfuerzos por combatir el hambre en el mundo. Convencido de que “no habrá paz en el mundo con los estómagos vacíos”, el genetista innovó en el campo de las semillas híbridas y defendió la investigación como único medio para reforzar la producción de alimentos. Los países que aplicaron su teoría en los años posteriores a 1975 consiguieron buenas cosechas, y países tan extensos como la India, Pakistán, Bangladesh y Turquía incrementaron aproximadamente en un 250 por ciento los rendimientos por hectárea. En 1975, declaraba: “Hay que dar a la agricultura y la ganadería prioridad de inversión sobre todos los demás sectores. Si hay cooperación mundial, la humanidad no pasará hambre”.
Por otro lado, investigadores de la Universidad de Granada (UGR) han descubierto un gen suicida, denominado «gen E», que induce a la muerte a las células tumorales derivadas del cáncer de mama, pulmón y colon e impide su crecimiento, lo que permitirá aumentar además la eficacia de los fármacos contra esta enfermedad.
La importancia de este nuevo gen radica en que su uso para combatir el cáncer permite reducir los potentes fármacos que se emplean actualmente, por lo que podría suponer un tratamiento más eficaz contra el cáncer que los que ahora se utilizan.
Pues bien, el presidente de la Junta de Andalucía ha lanzado un proyecto de una imagen de Andalucía que se aleje de los tópicos de la holgazanería, de la fiesta y de las vanalidades. Lo tiene difícil, porque mientras estas dos noticias pasaban prácticamente desapercibidas en los medios, y una de ellas haciendo referencia a científicos andaluces, otra andaluza de pro, Dª Belén Esteban, ha ocupado, ocupa y ocupará minutos y minutos, líneas y líneas, fotografías y fotografías en cualquier medio que se precie por su penetración en esta cada vez más casquivana sociedad.
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16 de Septiembre del 2009 a las 17:57 Escrito por Jaime Aguilera
Cuando llega septiembre desaparece, por fin, la luminosidad excesiva, casi obscena, de julio y agosto. Decía Jorge Guillén que su hora preferida del día era el mediodía; sin embargo, en el cenit del estío el mediodía es cegador, poco o casi nada hospitalario, invitando únicamente a la búsqueda de un refugio, de una penumbra reparadora.
William Faulkner se sentía subyugado por la luz de agosto, por largos y cálidos veranos; sin embargo, la canícula del viejo Sur de los Estados Unidos no era sino el escenario catalizador de pasiones violentas y de soledades sudorosas.
Septiembre, por el contrario, nos traslada a una playa donde hay menos gente, donde se dilata menos el atardecer, donde es posible que aparezcan algunas nubes e, incluso, donde una tormenta fugaz puede sorprendente dentro del agua. Septiembre abandona los campos agostados de Faulkner y se instala en la playa veneciana del Lido, invitando a una nueva lectura de Thomas Mann.
Septiembre bebe de dos fuentes que confluyen en el tránsito de la vida y la muerte: la agonía de un verano que va perdiendo su esplendor (lo siento, no puedo evitarlo, sigue instalada en mi memoria “El final del verano” del Dúo Dinámico como telón de fondo de la serie “Verano Azul”) y la promesa de nuevas ilusiones en un otoño que pronto se colará por nuestras ventanas.
Mucha gente asocia al verano con los colores vivos; para mí los colores estivales estás desteñidos de tanto sol, y son los ocres, amarillos, rojos, marrones y verdes de la “otoñada” los que refulgen en todo su esplendor.
Hay pocos olores que remuevan nuestra alma y nuestra memoria. Yo diría que casi se pueden con los dedos de las dos manos: uno de ellos va unido irremediablemente a septiembre, y no es otro que el embriagador, y casi adictivo, olor a tierra mojada.
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10 de Septiembre del 2009 a las 17:38 Escrito por Jaime Aguilera
Escena primera: Estoy tomando un aperitivo con mi familia. Justo al lado un hijo da una patada a una papelera, delante del padre, antes de seguir caminando. Le llamo, al padre y no al hijo, y le digo –señalando a la papelera- que si ha visto lo que acaba de hacer su vástago. El padre, que no un hijo que permanece en silencio, se encara conmigo y, con palabras que ustedes se pueden imaginar, me manda con viento fresco. Yo, procurando que me vean los dos hijos –el mío y el del otro-, coloco la papelera de nuevo en el lugar que le corresponde.
Escena segunda: Una amiga que acaba de volver de un viaje por Japón me cuenta, impresionada, que un japonés considera la calle como algo propio que hay que cuidar como nuestra casa. Me dice que incluso te ofrecen sitios especiales para que puedas depositar un chicle ya mascado.
Escena tercera: Nos vamos los últimos de una playa malagueña. Podemos comprobar como todavía hay mucha gente que tranquilamente deja abandonadas colillas, latas y bolsas de plástico.
Escena cuarta: Hace ya algunos años Mrs. Tingle me recrimina que hoy me tocaba a mí limpiar la nieve del acerado de su casa en Cambridge, donde mi mujer y yo ocupamos como inquilinos el ático. Yo le digo que desconocía la norma y que no volverá a ocurrir.
Escena quinta: Jóvenes en varios sitios de nuestro país destrozan el mobiliario urbano como un pasatiempo más en el marco de sus vidas aburridas. El último caso más sonado ha sido Pozuelo de Alarcón, donde se han llegado a acorralar a la propia Policía Nacional.
Escena sexta: Los dos grandes partidos de nuestro país reconocen que “
la Educación” es un problema. Sin embargo, no son capaces de llegar a ningún pacto de Estado y cada uno va cambiando las leyes cuando están en el poder.
Escena final: Los profesores, la sociedad, los políticos, los jóvenes y, sobre todo, los padres no saben cómo va a terminar está película; sin embargo, el rodaje continúa y generalmente en exteriores.
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3 de Septiembre del 2009 a las 9:42 Escrito por Jaime Aguilera
Acaba de conocerse a través de la prensa que la compañía Disney (Mickey, Donald, Pluto y muchos más) va a comprar la marca Marvel (Spiderman y Capitán América entre otros) por 4.000 millones de dólares; después de que, en la década de los setenta, Marvel intentara comprar a DC (dueña de los derechos de Superman o Batman). Dicho de otro modo, esto quiere decir que, en los matrimonios por conveniencia de los personajes de ficción, finalmente el ingenuo ratón Mickey le ha ganado la partida al más famoso habitante del planeta Krypton o al hombre murciélago.
Según las malas lenguas el señor Walt Disney es un almeriense de pro que terminó siendo adoptado por un matrimonio norteamericano. Pues bien, si sus padres biológicos no hubieran tenido que emigrar a La Florida, seguramente Walt se hubiera adelantado a los invernaderos o al “silestone” de Cosentino, porque lo que es visión para los negocios siempre la ha tenido. También dicen las malas lenguas que está crionizado hace cuarenta años; pues bien, después de muerto, como el Cid, sigue ganando batallas, porque parece que lo descongelan de vez en cuando para pedirle opinión sobre el rumbo que debe seguir su imperio.
Sea como sea, a este paso, y visto por donde van los tiros, los habitantes de Disneylandia cada vez van a ser más aguerridos: Mickey seguramente cambiará un paseo con palomitas con su novia Minnie por una buena patada, a los malos se entiende, después de colgarse con tela de araña entre edificio y edificio. Por no hablar de bueno de Donald, que no habrá quien lo conozca después de colocarse el antifaz del Capitán América y haberse pasado cinco horas diarias en el gimnasio.
Hasta ahora la factoría Disney había intentado iluminar a los más pequeños con la antorcha de la fantasía, de la imaginación y de la ingenua pero necesaria bondad. Espero que ahora, con la incorporación de los personajes de Marvel, sepan transmitir la lucha y la defensa del bien que, aunque sea de forma maniquea, siempre se esconde detrás de un superhéroe.
Todo ello con el permiso de Súper Ratón, que a estar alturas tiene que tener un mosqueo importante, después de ver que su competidor Mickey es más “Súper” que nunca.
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