TDT
30 de Marzo del 2010 a las 9:51 Escrito por Jaime Aguilera
Hoy he encendido la tele hasta ahora normal –o analógica- y me ha dicho un mensaje en la pantalla que ya no se emite más por ahí, que me vaya a la –otras siglas más dichosas- TDT.
Me he acordado entonces de un día muy lluvioso y una televisión en blanco y negro -eso sí, muy moderna porque tenía UHF- donde Heidi iba con Pedro montaña arriba montaña abajo.
Me he acordado también de una carta de ajuste después de un himno nacional que también dejó de existir, porque la tele no dormía nunca, estaba ya con nosotros todo el día.
También he recordado cuando llegaron los canales, cuando ya no era sólo Televisión Española sino que de golpe y porrazo una orgía de programas, series y mamachichos se colaba por nuestras antenas.
Y es que, por muchos que se empeñen algunos esnobistas, la tele es la tele. La hermana de una amiga mía presumía de no tener televisión en su casa: yo pensaba que debía ser una mujer culta e interesante; después me di cuenta que no era más que una forma de llamar la atención, aunque fuera a costa de perderse el placer de tumbarse en el sofá y chuparse la primera horterada que te tostaran en la llamada parrilla televisiva.
Porque hay muchas veces que llevas todo el día leyendo y lo que pide el cuerpo, y el alma, son imágenes televisivas fácilmente digeribles y que sirvan como somnífero luminoso e hipnótico.
Y ojo, que no todo en la tele es basura, como van diciendo por ahí algunos culturetas; que de vez en cuando se tropieza uno con un buen informativo, un buen documental, una buena entrevista, una buena película, un buen partido de fútbol o un buen concurso.
TDT suena a todoterreno, porque va a haber de todo y para todos. TDT suena a dinamita, y es que, como casi todo, en pequeñas dosis puede ser hasta beneficiosa, pero si se nos va de las manos no puede explotar la cabeza.
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