ODA AL PULPO

14 de Julio del 2010 a las 8:54 Escrito por Jaime Aguilera

Si hace unas semanas hubiéramos hecho una referencia al famoso Paul, seguro que más de uno de ustedes hubiera pensado en el famoso miembro de los Beatles, Paul McCartney, o en el mítico actor ya fallecido Paul Newman. Pero, a partir de ahora, y desde luego para muchos españoles, el nombre de Paul irá unido irremediablemente al pulpo que predijo la victoria de la selección española en el Mundial de fútbol de Sudáfrica.

Hasta ahora, el pulpo era conocido como uno de los animales más inteligentes. Fue después de un experimento donde le pusieron comida dentro de un tarro de cristal con tapón de rosca –no sé si también fue un mejillón- y fue capaz de llegar a la conclusión de que había de desenroscar la tapa para obtener el premio.

Y después de contrastar su inteligencia resulta que tenemos que rendirnos a sus dotes de adivino hasta tal punto que ha desbancado a los cobran por ello en las televisiones locales; por no hablar del Oráculo de Delphos, que de un tiempo a esta parte estaba ya de capa caída.

Y todo ello sin olvidar la gran voluntad de la que hacen gala estos cefalópodos, que se agarran a todo lo agarrable y no hay quien los desenganche. De ahí la expresión que ha derivado en tonos más peyorativos, y que define como pulpos a los que pegan descaradamente a otros.

Con lo cual, y siguiendo con las expresiones, nos lleva a desmentir dos muy extendidas. La primera que cuando se habla de que estás más despistado que un pulpo en un garaje: nada más incierto, ya que por inteligencia, por capacidad de predicción y por voluntad, el pulpo las tendrá todas consigo para adaptarse a esa situación.

La segunda expresión es aquella de que solo los niños y los borrachos dicen la verdad. A partir de ahora, habrá que añadir a estas dos categorías la de los pulpos.

En conclusión, y después de todo lo dicho, da un poco de pena desperdiciar tanto potencial en un cazuela de agua hirviendo para prepararlo a la gallega, por mucho que estemos en la casa Ezequiel de la jacobea población de Melide.

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BANDERITAS

2 de Julio del 2010 a las 10:31 Escrito por Jaime Aguilera

Con la llegada de la primavera los campos y las ciudades se llenan de flores. Y con la llegada del verano, si además coincide que en ese verano hay mundial de fútbol, “florecen” por las ciudades españolas banderitas rojas y gualdas.

Y no digo roja y amarilla con ánimo de sortear la primera polémica de nuestra bandera, si tiene una banda amarilla o gualda. Por respeto al texto constitucional legítimo y vigente, hablaremos de gualda.

Porque las poléminas son numerosas y variopintas. No ya en un mismo región, no ya en una misma ciudad, sino algunas veces en un mismo hogar hay quien se identifica con la bandera roja y amarilla sin escudo, quien lo hace con la bandera roja y gualda con escudo constitucional, quien sigue aferrado a la bandera roja y amarilla con un águila imperial, quién se divierte con la bandera roja y amarilla con la silueta del toro de Osborne, quien sueña con que vuelva la bandera tricolor republicana, quien solo reconoce la bandera de la comunidad autónoma, o quien solo está dispuesto a reconocer la bandera de la comunidad autónoma con una estrella que la convierte en república independiente…

Después de este lío, después de esta variedad cromática y zoológica, no es de extrañar que a esta altura de la película haya algunos que opten por ser una especie de ácratas sin bandera definida: porque muchos prostituyen la exhibición o la ocultación de su propia bandera como tarjeta de presentación, como símbolo, de una ideología explícita; y cuando llegamos a ese extremo, claro está, el resultado no puede ser otro que una España, una vez más, madrastra de sus hijos y cainita de sus hermanos.

No digo yo que vivamos permanentemente en una exaltación de la bandera al modo de los Estados Unidos, donde el padre de familia pone un mástil y un trapo más grande que la casa donde se coloca. Pero también es verdad que da un poco de “melancolía patriótica” que tenga que llegar nuestra Selección Nacional de fútbol a la fase final del Mundial de Sudáfrica para que renazcan banderas sin necesidad de que eso suponga que hayan vuelto “banderas victoriosas”.

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