EL CEMENTERIO MALAGUEÑO DE INGLATERRA
31 de Enero del 2011 a las 11:50 Escrito por Jaime Aguilera
http://www.diariosur.es/prensa/20110131/opinion/cementerio-ingles-como-oportunidad-20110131.html
Como diría un cuento de Andersen, érase un vez un Cementerio Inglés de Málaga –el más antiguo de la península- que, en realidad, jugando bienintencionadamente con la magia de las palabras, era un pequeño cementerio, malagueño por su ubicación, pero de Inglaterra por propiedad y por gestión: con lo que casi podríamos hablar del cementerio malagueño de Inglaterra.
Pero desde hace poco tiempo, el Cementerio ha pasado a ser propiedad de una Fundación andaluza donde ingleses, americanos, alemanes, y también malagueños, deciden su futuro con mucha ilusión, pero con pocos o nulos recursos económicos. Eso quiere decir que desde hace poco tiempo Málaga tiene la oportunidad, junto a toda la comunidad internacional que vive en ella, y –es casi obvio decirlo- que también es Málaga, de proclamar a los cuatro vientos su “Cementerio Inglés” –porque siempre será inglés por definición- “de Málaga”, porque siempre ha estado en Málaga y ahora es un poquito más de todos los que viven en Málaga, de todos los que visitan Málaga, y de todos los que sienten Málaga.
Pero, por encima de todo, es al mismo tiempo “inglés” y “de Málaga” porque siempre ha representado lo que Málaga y sus gentes han sido en la historia y son, o deberían serlo, en el presente. Y me remito, como botón de muestra, al propio escudo de la ciudad. El lema de “La primera en el peligro de la libertad“, aunque en puridad fue concedido en 1843, con motivo de las luchas que provocaron la caída de Espartero, nos lleva irremediablemente al General Torrijos y, especialmente, a Robert Boyd, el irlandés que lo dio todo –incluida su vida- para su rómantica causa y que fue el primer “morador eterno” del Cementerio Inglés. El título de “muy Hospitalaria” se concedió en 1901 por la noble y abnegada conducta del pueblo malagueño con motivo del naufragio de la fragata de guerra alemana Gneisenau, cuyas víctimas fueron enterradas en el Cementerio Inglés. Y ya en 1922, en prueba del aprecio a la ciudad por la caritativa ayuda prestada a los soldados de guerras en el Norte de Africa, se concedió a Málaga el título de “muy Benéfica“, y aquí si hay un nombre propio ese es el de la familia Noble, tan vinculada al Cementerio Inglés.
Y ahora que surgen tantos debates identitarios, por encima de chovinismos y comparativas catetas, si hay algo que precisamente define a Málaga –ojo, desde hace más de dos mil años- es ser tierra de acogida: hogar, posada, hospital, y en este caso, última morada, de gentes de todo el mundo. Porque en el Cementerio Inglés están todos, los ciudadanos del mundo y los propios católicos que provocaron su nacimiento, los judíos y los musulmanes, los anglicanos y los luteranos, los masones y los misioneros, los naúfragos marineros y los pilotos de aviación, algún famoso poeta de la Generación del 27 y algún famoso hispanista, amantes de la botánica y de los gatos, suicidas y economistas, actrices tristemente olvidadas y escritores retirados, sepultureros y comerciantes, infantes y cónsules del Reino de Granada…, todos ellos están en el Cementerio Inglés y todos ellos son testimonio de una Málaga cosmopolita, portuaria, abierta, y -¿por qué no se puede decir?- universal.
Ahora que la estrategia de Málaga pasa, dentro de su petróleo particular, en potenciar el turismo cultural, creo que no hay nadie que lo dude: el Cementerio Inglés de Málaga es referencia obligada, como visita para todos los que buscan más cosas además del sol y playa y como espacio escénico cultural, como otro jardín histórico más de los que tiene y presume y como otro cementerio histórico de los que justamente hace gala.
Ahora tenemos una estupenda oportunidad para que entre todos los que vivimos en Málaga, para que entre todos los ciudadanos, los visitantes, las administraciones, las instituciones y las empresas que, sean de donde sean, quieren y se interesan –me atrevo a decirlo dos veces- por esta Málaga universal ayuden a este cementerio. Porque podemos contribuir con nuestro esfuerzo a que siga pasando lo que ya le ocurrió en el siglo XIX a Hans Christian Andersen en su periplo por España. En ese viaje, érase una vez que fue Málaga la perla que más le cautivó, y érase una vez un Cementerio Inglés que se convirtió en su lugar preferido: un “trozo de paraíso (…) junto al liso y claro mar”.
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