RASTAS Y CORBATAS EN LAS CORTES
2 de Enero del 2019 a las 12:47 Escrito por Jaime Aguilera
Publicado en la Tribuna del Diario Sur el 30 de diciembre de 2018https://www.diariosur.es/opinion/rastas-corbatas-cortes-20181230185543-nt.html
El primer día que lo vi por televisión en el Congreso de los Diputados me llamó la atención. Era la primera vez en nuestra historia que un prócer de la patria se presentaba en el hemiciclo sin traje, con barba de varios días y un peinado de rastas que le hacía parecerse muchísimo más a Bob Marley que al insigne malagueño don Antonio Cánovas del Castillo. Precisamente a otra diputada malagueña, a nuestra querida Celia Villalobos, le faltó tiempo para, de nuevo, sentar ‘cátedra doméstica’ con sus palabras en relación a las rastas del diputado: «A mí con que las lleven limpias para que no me peguen un piojo, me parece perfecto».
El caso es que hace unos días este diputado canario de Podemos con rastas, Alberto Rodríguez, subió a la tribuna del Congreso y se dirigió a otro diputado con traje y corbata: «Nunca pensé que fuera a decirle algo así a alguien y menos a un diputado del PP, pero creo que lo vamos a echar de menos». Se despedía de uno de sus compañeros en el Congreso, Alfonso Candón, que se marcha al Parlamento de Andalucía. Continuaba la faena diciéndole que aportaba «calidad humana» al trabajo en el Congreso, y terminaba: «Le voy a decir algo, que creo que es de las cosas más bonitas que se le pueden decir a alguien, y es que es usted una buena persona».
Es sólo un gesto pero me parece muy importante señalarlo porque pienso que ese debería ser el rumbo de nuestra denostada clase política. No es normal que teniendo los graves problemas que tenemos en este país los políticos, y la corrupción que va con ellos, sean de por sí la principal preocupación de los españoles sólo por debajo del paro. No es normal que los políticos, que deberían ser parte de la solución, sean la principal parte del problema. Y es que la gente no es tonta, y ellos solitos se lo han buscado: Abandonando un espíritu de concordia, de consenso, de pactos y de diálogo que hizo posible el milagro de nuestra Transición, de la que muchos –es difícil de entender– reniegan ahora. Y lo digo porque es un hecho incontestable que gracias a ella hemos atravesado el más importante período de progreso y prosperidad de nuestra historia.
No me cabe la menor duda en reivindicar el espíritu de la Transición: se hacen urgentes y necesarios unos nuevos ‘Pactos de la Moncloa’ para resolver, o intentarlo al menos, los grandes retos que tenemos por delante: Por poner sólo algún ejemplo citaré los urgentes pactos por la educación, las pensiones y el agua. Porque para eso se eligen a unos representantes, para que se sienten, trabajen y tomen decisiones que quizás no sean fáciles ni agradables, pero que se hacen ya más que necesarias.
Pero, la verdad, para qué engañarnos, no parece que vayamos por ese camino. Aquí lo importante es conseguir el poder, como sea; estar pendiente de las encuestas y de arañar votos, como sea; y crucificar al enemigo, como sea. Para cambiar de rumbo me atrevo a pedir cuatro cualidades para nuestros nuevos políticos que, aunque parezcan utópicas, hay algunos países desarrollados y cercanos donde son realidad:
1. Profesionalidad: La política debe ser una etapa en la vida, no un oficio. Decía el maestro Paco Umbral que si el político no tiene ninguna dedicación profesional sino que su ‘profesión’ es la política su interés lógico y natural, por encima del interés común, será seguir viviendo de la política. Ya está bien de tanto vividor de la política.
2. Dignidad: los políticos no deben ser meros títeres, como lo son ahora, al dictado de un demiurgo al que llaman ‘el partido’ y que les obliga a tragarse sapos y culebras. Hay países donde los políticos deciden y piensan por sí mismos, y si su partido les impone algo con lo que están totalmente en contra, muy sencillo, se marchan. Ya está bien de tanto abuso de la partitocracia.
3. Honestidad: resulta una obviedad, pero es necesaria nombrarla, la vocación debe ser la del servicio público y no la de meter la mano. Ya está bien de tanta corrupción.
4. Verdad: Por supuesto que un político debe saber manejar los tiempos, incluso jugar con medias verdades y con silencios. Pero esto no le da permiso a mentir de manera grosera y zafia: de una forma tan impune que a todas luces es un insulto a la inteligencia de su electorado. Ya está bien de tanta mentira.
Porque no se equivoquen: también tenemos buenos políticos. Puede que el gesto del diputado canario será una raya en el agua de su Atlántico natal, pero de esperanza se vive. Ojalá se dejen de tanta tontería y se sienten a trabajar y a resolver problemas, por supuesto con dificultades y con renuncias, pero con la conciencia de que uno no se puede levantar de la mesa hasta decidir un camino. Una mesa donde haya descamisados y trajeados. Donde haya rastas y corbatas.
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