CAMINO DE SANTIAGO I

10 de Julio del 2009 a las 9:14 Escrito por Jaime Aguilera

Decía Goethe que la Naturaleza es, para el hombre de la ciudad, “el gran
calmante del alma moderna”.
No sé muy bien por qué he venido a hacer el Camino de Santiago: supongo que
son varias e inconfesables las razones. En cualquier caso, la frase citada del
escritor alemán cobra en el Camino estas dotes analgésicas para mis sentidos.
En el silencio de la amanecida, con el saludo del gallo y los pájaros, un mar
de niebla sobre el valle se convierte en un improvisado lago para los montes
verdes y arbóreos.
Mis pasos marcan el compás de una calma que criba las prisas, que deshecha lo
que no tiene importancia. Los centenarios robles y los hospitalarios castaños
conforman “el bosque animado” de mi extraño equilibrio.
Pienso en mi madre, mi hija, mi mujer y mi hermana: cuatro mujeres que unen
los cuatro puntos del “crucreiro” femenino de mi camino vital.
El olor a flores, a romero y a humedad fresca y fértil, se mezcla con el olor
a estiércol de vaca, más que fértil, fertilizante.
Quizás porque han sido mucho los alemanes que han hecho y siguen haciendo el
Camino, me acuerdo de otro germánico, Nietzsche, que decía que “lo único que
da sentido a la vida es la belleza”, y que “los grandes pensamientos no se
piensan, se pasean”.
El Camino, desde luego, hace que la belleza, la que se ve y la que no se ve,
aflore como por arte de magia. Igualmente, los pensamientos de este artículo
no son grandes, pero al menos han sido pausadamente paseados.

Categoria: Artículos |

1 Comentario

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