EL VERANO EN EL PUEBLO
12 de Agosto del 2009 a las 12:32 Escrito por
Jaime Aguilera
El verano en el pueblo sigue oliendo a mañana fresca y a noches de agosto ya con rebeca.
En el verano en el pueblo, uno vuelve a sus tiendas y a sus mercados, y uno vuelve a practicar con orgullo el dialecto trabuqueño de sus paisanos, y así cambia el “muy buenas, ¿qué?, ¿dando una vuelta por el pueblo?, aquí estamos, ¿cómo está la familia?, bien, gracias, ¿y los tuyos?” por un simple y elíptico “¡Ehhh!” al que únicamente hay que responder con un “¡Ayyy!”.
A no sé qué escritor de Arcos de la Frontera, cuando le preguntaron que por qué no vivía en su pueblo si siempre escribía sobre él, contestó: muy sencillo, porque no me gustan los bares. Y es que, en el verano en el pueblo, no es uno vaya a practicar con asiduidad el principal templo de ocio: la barra y la cerveza; pero sí al menos uno se puede permitir el lujo de poder compartir con fruición, con amigos que ves de higos a peras, la sacrosanta y sana costumbre hispánica de la cañita antes de comer.
En el verano en el pueblo uno vuelve al paraíso perdido de su infancia al ver a su hijo leer un libro de cuentos en la biblioteca. Una biblioteca municipal, por cierto, donde ya no se pasa calor, donde mi hijo no tiene que esperar hasta los catorce años para poder sacarse el carné, donde se organizan cursillos y talleres, donde se puede acceder a la inmesidad borgiana de internet, o donde se pueden alquilar también todo tipo de películas. Toda una eucarístia de la cultura cívica y sin aditamentos esnobistas que es atendida por una sacerdotisa que se llama Esther, que únicamente se vale de las armas de su vocación, de su dulzura y de su profesionalidad, y que incluso a veces se acompaña de su hermana Carmen, que hace de sacristana de la encuadernación. En resumen, todo un canto a la bibliofilia y a la sabiduría, que me da la sensación que no está del todo aprovechado por mis paisanos.
En suma, en el verano en el pueblo, uno simplemente vuelve a dar por válida la máxima de Rilke que reconocía como única patria a la infancia. Porque uno vuelve momentáneamente de su exilio voluntario para confirmar que quiere seguir siendo exiliado, pero que nunca renunciará a un pasaporte que lo une, de forma indeleble, a un paisanaje, y si cabe un poco más, a un paisaje de memoria y realidad.
Categoria: Artículos |
Agosto 12th, 2009 at 12:51
Muy bueno, el viernes voy para el pueblo, lo describes tal y como lo siento. Gracias Jaime.
Septiembre 10th, 2009 at 13:27
Este año el Torrecilla os ha hechado de menos,tambien su Balneario.
Recuerdos de la cabra “enclenque”…
La Sierra da las gracias por prestarle esos trocitos de verano con tu familia, a cambio os dio salud.
De todas formas Trabuco y Sierra de las Nieves estan unidos por un paisaje Karstico, ademas de la amistad.
Un abrazo a la familia.
Septiembre 17th, 2009 at 19:43
FANTASTICO, MI SEÑORA DE GUATEMALTECA ANTI-TABACO Y POCO LLAMADA AL ALCOHOL, CAYÓ EN LAS CAÑITAS Y EN LAS TAPITAS DE CARNE EN SALSA. NO SALGO AL CAFE, NO SALGO POR LA NOCHE PERO HAY EL MEDIODIA, UNA PASIÓN , UNA TRADICIÓN Y UN GUSTO APOYAR EL CODO EN LA BARRA.