LA MUERTE TENÍA UNA FECHA

12 de Octubre del 2009 a las 19:57 Escrito por Jaime Aguilera

Para Fernando Correas y René Barrier

           

            La otra noche, en el banquete de la boda de un amigo, surgió el debate de si nos gustaría o no saber la fecha –y yo añadiría la hora y el minuto- exacta en la que vamos a dejar de soportar y disfrutar esta –como diría Sastre- “pasión inútil” que es nuestra propia vida.

            En la conversación aludí a la madre de mi antiguo amigo Dimas,  que en un viaje a

la India le preguntó a un afamado santero por la fecha de su sepelio. Sólo ella lo sabe desde entonces, y nunca se lo ha dicho a nadie, ni siquiera a sus propios hijos.

            Había un amplio consenso en que si te decían una fecha cercana a los cuarenta abriles que rondemos, la cosa tenía castañas. Pero si, por el contrario, la señal en el calendario que el destino tenía preparada para ti era lejana en el tiempo, más acorde con un otoño dorado de senectud, la cosa podía tener hasta ciertas ventajas, ya que te podría permitir despedirte en condiciones de los tuyos, dejar el funeral preparado y –añado yo- calcular el tiempo para leer el Ulises y volver al balneario de Balestrand.

            Yo, estando en parte de acuerdo con este último consenso, no dejaba de incidir en el miedo atroz  cuando se fuera acercando la hora pronosticada en tu personal crónica de una muerte anunciada.

            En cualquier caso, siguiendo la recomendación de uno de los contertulios de la citada boda, he hecho el test de la muerte en  Internet. Me ha salido que moriré con más noventa años. Ha sido un consuelo, mínimo y poco tranquilizador, pero me atrevo a seguir llamándolo consuelo. Aunque el test no me ha dicho lo maltrechos que estarán mi cuerpo y mi mente a esas alturas de la película, o si mi alma navegará por la más absoluta de las soledades.

Sea como sea, seguiré esperando a la que el maestro Alcántara llama Despiadada Dama de Horrenda Faz, saboreando cada segundo de este atardecer de otoño en la bahía, fumando y escuchando –casualidades de la vida, no de la muerte- el Réquiem Alemán de Brahms.

No vaya a ser que Sergio Leone se equivocara y ahora resulta que la muerte no tenía un precio cierto, sino una fecha anunciada.

Categoria: Artículos |

76 Comentarios

  1. René dijo:

    Pues como no…discrepo

    Tengo auténtico pavor a la muerte, por desconocida, por injusta (por lo menos en la fecha para muchos), por lo que hace sufrir a los demás, por lo que dejas, por lo que te encontrarás si hay algo después, y sobre todo por los que nos dejan.
    Me importa un carajo saber la fecha, no sé si sería mejor o peor, no sé si me prepararía ó lo mandaría todo a tomar por c… ni siquiera sé si tendría cosas que atar ó lo que es más realista si está en mi mano atar algo que ya no esté intentando mantener o atar…

    Me cago en la muerte y en su p.m.

    Lo que me alegra es ver como el programa ese falla, ya que el que sacó el tema, gracias a Dios, sigue entre nosotros y, según dicho programa, debería estar criando malvas hace tiempo. Espero que con nuestro querido autor acierte y supere con creces los 99 en buén estado, y que los demás lo veamos y podamos seguir escribiendo nuestras paranoias en su blog…

  2. Fernado Correas dijo:

    Amigo René, la muerte forma parte de la vida, entonces tienes dos caminos:
    a)Aceptar la muerte porque no te queda mas coj…
    b)Gastar energías esclavizandote emocionalmente por cada golpe que de, o lo que es peor, por los que pudiera dar con la guadaña y que todavía no ha dado.

    Desde luego que es dolorosa, por lo menos en nuestra cultura, (¿o la hemos hecho dolorosa?)pero si hay que sufrir que sea lo justo y necesario.

    Hay dos posturas ante una nariz grande que es fea y jodida…..(como la muerte) yo me quedo con la potura de Rosi de Palma, antes que encerrarme y deprimirme lamentandome cada día de como soy el resto de mi vida.
    Así que para mi la muerte no es una putada, es una hoja seca que cae del árbol, la vida sigue.

  3. Tiglatpileser dijo:

    Buenas tardes.

    Me permito terciar en este apasionante debate, quizás desde otra perspectiva.

    Por supuesto, la idea de que irremisiblemente hemos de morir es fundamental en lo que es el ser humano.

    Quizás en esta civilización tan edonista, y tan centrada en el hoy, se nos pierda de vista este hecho cierto.

    Para mí hay dos formas, dicho sea con trazo grueso, de afrontarlo. Desde la perspectiva del que cree en la trascendencia del ser humano, y del que no.

    Pienso que en todo caso hay un componente de miedo a lo desconocido, de aferrarse a lo que conocemos, igual que el recién nacido llora cuando se le extrae del seno materno.

    Pese a ello, el que se acerca al hecho de un día morirá, con la confianza de que se trata de un tránsito, lo afronta, generalmente, con más paz de espíritu.

    En cualquier caso que tardemos en vernos en ello.

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