NUNCA SE CONOCIERON
24 de Febrero del 2010 a las 14:42 Escrito por Jaime Aguilera
Ayer dejaron de vivir Gremly y Rosarito.
El perro Gremly –alias Chispi- y Rosarito mi vecina nunca se llegaron a conocer; incluso tenían un carácter muy distinto, al menos en la relación que, durante años, han tenido conmigo: mientras Chispi era un tanto huraño y gruñón cuando se cruzaba conmigo –sobre todo si mi perro Bartolo iba a mi lado-, Rosarito siempre esbozaba una dulce sonrisa; una pacífica, dilatada y cortés sonrisa; muy parecida, por cierto, a la de la dueña de Chispi.
Rosarito y Chispi nunca se llegaron a conocer; sin embargo, en los años en que mi rutina ha estado felizmente contaminada, primero con Rosarito y después con Chispi, encontrarme y cruzarme con alguno de los dos ha llegado a ser algo deseado, deseable; saboreado y saboreable. Y es justamente en este punto donde me acuerdo de una frase de Albert Camus con la que hoy estoy más de acuerdo que nunca: “la muerte es el mayor escándalo de la creación”.
Un escándalo que hace que ya nunca más vea a Rosarito tender la ropa desde mi antiguo cuarto, o cruzarme con ella en el pasaje. Un escándalo que hace que ya nunca más vea a Chispi calle abajo, o calle arriba, con su trotecillo confiado de chulapo de verbena.
Chispi y Rosarito nunca se llegaron a conocer; sin embargo ambos fueron almas gemelas en su lealtad y su generosidad hacia su familia. Una lealtad mantenida firme hasta el día de sus muertes y una generosidad que, en el caso de Rosarito, ha traspasado incluso este fatídico día regalando sus órganos.
Rosarito y Chispi nunca se conocieron, pero en el mismo día en que la viuda deja de serlo, Chispi deja viuda a Nani. Y lo peor de todo es que los dos me dejan a mi un poco más huérfano.
Decían los romanos que si hablamos y escribimos sobre los que se han ido, estos vuelven un poco. Aunque solo sea por esto, aquí dejo mis palabras, para dos seres que dejaron de ser vivos ayer, y que nunca se conocieron.
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Febrero 25th, 2010 at 12:09
Nadie lo sabe si no comparte su vida con un perro;
Siempre me ha llamado la atención los enterramientos de nobles y caballeros medievales, en los que casi siempre a sus pies aparece el cánido.