DUBLÍN
4 de Mayo del 2010 a las 19:23 Escrito por Jaime Aguilera
Tenía una deuda pendiente con Dublín; o más bien Dublín conmigo: después de leer los cuentos de Joyce –Dublineses-, y de ver repetidas veces la magistral película de Houston con el mismo título, era cuestión de tiempo que la deuda quedara saldada. Y para que haya constancia del pago de la deuda lo primero que he hecho es dirigirme a la estatua del abogado O`Connell: para que ejerza como mi notario al igual que ya lo hizo con los personajes de Gabriel y Gretta camino de su hotel, en una noche de Epifanía en un Dublín donde no paraba de nevar.
Desde el propio aeropuerto de Málaga la gente se dirige a mí como si fuera irlandés: mi cara y mi ropa así lo hacen sospechar. Pero es que además, si existe la reencarnación, no cabe duda de que en otra época viví en esta isla siempre verde: porque hay algo inexplicable que me une a ella con devoción; a la música y poesía de su lira; al trébol de tres hojas de San Patricio.
Dublín me recuerda a Londres y a Boston, con sus casas georgianas de ladrillo visto y de puertas de vivos colores. Me recuerda a Tallin, con la lucha por su independencia presente en calles y monumentos. El barrio de moda dublinés del Temple Bar me recuerda a la Little Italy de Nueva York, o al Barrio Latino de París.
Y, sobre todo, la forma de ser de su gente me recuerda a España, o por lo menos, a la España verde de algunos sitios de Galicia o Asturias. Una moral católica cínicamente barnizada con música y alcohol. Una vida convertida en juego y apuesta como metáfora de una diversión de a vivir que son dos días, y, para mayor complicación, una pizca de sal de nostalgia. Todo ello hace que Dublín sea más parecida a una ciudad española que cualquiera de Portugal o Italia, por buscar referencias supuestamente cercanas.
Sea como sea, en el mero de hacer comparaciones odiosas con tu tierra estriba uno de los argumentos más válidos para un viajero, incluso para un turista. Porque si estás lejos, esa lejanía te permite reencontrarte con su propio paisaje y, lo que a veces es más difícil, con tu propio paisanaje. Es más, te permite reencontrarte, sólo en ciertas ocasiones, con tu propio paisaje interior.
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Mayo 7th, 2010 at 14:09
…y a mi me recuerda al Hrno Julian de los Maristas de Malaga