EL “CLICK” DE LA IMAGINACIÓN
9 de Julio del 2015 a las 8:49 Escrito por Jaime Aguilera
Publicado en Tribuna de Diario Sur el 6/07/2015
http://www.diariosur.es/opinion/201507/06/click-imaginacion-20150706003046-v.html
Recientemente murió un hombre que no era ni político, ni actor de cine ni jugador de fútbol. Este señor tenía una fábrica en una ciudad alemana de nombre impronunciable y se llamaba Horst Brandstätter. Sí, sé que posiblemente con estos datos seguirá siendo para usted, amable lector, un desconocido. Sin embargo, si remato la información describiéndolo como el creador de los ‘clicks de Playmobil’ -es España también llamados de ‘Famobil’-, los mismos que nos acompañaron en la infancia a más de uno, entonces sí que reconocerán ya, por fin, a alguien que era más conocido para muchos, niños y mayores, en todo el mundo, como ‘Papá Playmol’.
La noticia ha removido en mí las brasas dormidas, pero nunca apagadas del todo, de una infancia que siempre vuelve, quizás porque sea la única y verdadera patria que ya nos anunciaba Rilke. Mi memoria agradecida ha vuelto a saborear, relamiéndose en las cenizas de un paraíso no perdido del todo, el bote grande de detergente ‘Colón’ que me servía para guardarlos (porque éramos ecologistas sin saberlo). He vuelto a revivir el ritual previo de juntarnos los amigos para diseñar, vestir y colocar todas las figurillas: indios, vaqueros, piratas, enfermeras y policías, todos revueltos en el valle de una antigua cochera cuyas montañas eran sacos apilados de matalahúva. Jugábamos en casa, en la calle o en el campo: recuerdo perfectamente dos ‘motoristas’, verdes y blancos, como la Guardia Civil, que tenían como misión para salvar a la humanidad controlar el paso por el puente más grande del mundo, un puente sobre un río amazónico que no era otra cosa que la humilde acequia de una huerta.
Y mi diligencia. No la película de John Ford que después analizábamos en como cinéfilos en la Ciudad Universitaria de Madrid. No: era una diligencia mucho más sencilla, una diligencia roja tirada solo por dos caballitos de plástico. Porque para muchos niños fue el barco pirata (se calcula que se han fabricado más de 16 millones de estas embarcaciones con la bandera de las tibias y la calavera); sin embargo lo que a mí me trajeron los Reyes Magos fue una sencilla diligencia que tuvo que actuar en varias épocas de la historia, porque además de indios y vaqueros, transportó a soldados imperiales y a médicos de urgencia, porque los mismos motoristas del río amazónico tuvieron que abandonar su puesto para escoltarla ante el acecho de los piratas. Hace un par de años, las inundaciones que hubo en mi pueblo, en el Trabuco, se llevaron todos los juguetes que había en el sótano. Sólo se salvó, in extremis, rescatada entre el fango, la Nancy de mi hermana. Sin embargo, mi diligencia de los ‘clicks’ se perdió para siempre, como el trineo de Ciudadano Kane.
Menos mal que antes le había dado los ‘clicks’ que conservaba a mi hijo. Lo hice con todas las armas, cascos y petos metidos en una lata de carne de membrillo de Puente Genil. Tengo que reconocer que me hizo más ilusión a mí donarlos, que a mi hijo recibirlos. Pero al menos comprobé con gozo que había un juguete que unía a dos generaciones.
Porque los ‘clicks’ se siguen fabricando. Actualmente se fabrican 100 millones de ‘clicks’ al año, todos en la planta que la empresa tiene en Malta. Eso son 3,2 ‘clicks’ cada segundo. De hecho, en la última edición que organizamos del concurso de minitronos en el colegio Parque Clavero, el ganador, con todo merecimiento, fue una Santa Cena malagueña, con trece ‘clicks’ encima, disfrazados de Cristo y apóstoles, y muchas ‘clicks’ haciendo un pulso como reinvidicativas mujeres de trono.
Y es que todo es posible con varios ‘cliks de famobil’: muñequicos de 7,5 centímetros de altura divididos en siete partes, sin rodillas, sin codos, teniendo siempre la misma expresión en la cara. Decía nuestro ya difunto Papá Playmol que «un adulto no se impresiona con la figura de un ‘Playmobil’, porque es muy simple, su atractivo está en las historias que provocan en la imaginación de los niños, que es infinita».
Desde 1974 se han fabricado más de 2.800 millones de ‘clicks’. Si todos ellos se hubieran puesto de acuerdo para hacer una fila y dar el pésame a la familia biológica de su Gepetto particular, la cola que se hubiera formado habría dado 3,4 veces la vuelta al mundo.
Y seguramente la línea del Ecuador terrestre también se hubiera quedado corta si hubieran dado el pésame los millones de niños que juegan, o que alguna vez han jugado, con un ‘click’ en la mano. Un ‘click’ que no hace sonar una tecla de móvil ni de ordenador, un ‘click’ que no está escrito en ninguna pantalla, un ‘click’ que sólo depende de una imaginación efervescente para que comience a funcionar durante muchísimos años, incluso generaciones; eso sí, una vez activado el funcionamiento de este ‘click’, sus pantallas de juego son infinitas.
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